Fue en el Atlas Literario Español, un encuentro de jóvenes narradores celebrado el pasado junio, donde algunos periodistas identificaron y bautizaron a la Generación Nocilla. Otros periodistas como P.Garcia, del ABC, recalcaron precisamente lo contrario; las reticencias de estos escritores a ser considerados como una generación y las conclusiones de un encuentro donde se rechazaron pautas comunes más allá de las sociológicas.
Jóvenes narradores andaluces niegan la existencia de una nueva generación
Publicado por P.García en ABC el 26-6-07
«¿Una nueva generación de narradores andaluces?». La pregunta, no exenta de enjundia, fue una de las cuestiones que ayer se debatieron en Sevilla en el marco del encuentro organizado por la Fundación Lara y Seix Barral. Dentro de lo que se ha dado en denominar Atlas Literario Español, la respuesta dada por los participantes en este coloquio fue prácticamente unánime: «Existe un grupo de narradores andaluces que son nuevos pero no una generación». Así lo certificó el periodista y moderador de la convocatoria José María Bernáldez, quien se remontó previamente al fenómeno protagonizado por los «narraluces» en la década de los 70 para considerar que, en la actualidad, los jóvenes escritores andaluces «son tradicionales y prudentes» y que «son más las cosas que les separan que las que les une».
De esta última aseveración dieron fe cinco autores, entre ellos Luis Manuel Ruiz, quien, pese a no reconocer vínculos estilísticos o temáticos comunes, apreció aspectos, más o menos, coincidentes como el cosmopolitismo, que «nos ha hecho perder complejos». En este aspecto abundó Mario Cuenca al estimar que ese carácter cosmopolita les hace buscar sus referentes «más allá del medio geográfico próximo. Hay rasgos -dijo- que no son andaluces sino de nuestro tiempo».
Apoyo editorial
Apoyo editorial
Cuenca, quien apuntó la tendencia a un discurso «fragmentario de la realidad», aludió a líneas «rupturistas y muy desarraigadas con respecto a generaciones pasadas», al tiempo que advirtió del riesgo de la banalización, algo sobre lo que el tiempo habrá de decir la última palabra.
José María Pérez Zúñiga, por su parte, reiteró que «no existe una conciencia de grupo; estamos demasiado preocupados aprendiendo de los mayores», si bien destacó el hecho de vivir en ciudades andaluzas, y no haber abandonado la Comunidad Autónoma para continuar escribiendo, así como el interés institucional y el de ciertas editoriales con proyección nacional en apoyar a estos jóvenes autores. Del mismo modo, se refirió al «buen momento» que vive esta narrativa y al «muy alto nivel de exigencia» de estos escritores, resaltando, sin embargo, que «compartimos los males del narrador actual» y, entre ellos, el «síndrome del papel impreso».
El carácter de trabajo en soledad que supone el ejercicio literario fue sacado a relucir por Pablo Aranda para poner sobre el tapete la contradicción que eso supone con un posible concepto de generación; denominación sobre la que bromeó Braulio Ortiz Poole al comentar: «Si hay una generación andaluza, a mí no me han invitado». El escritor señaló, no obstante, una inquietud en los nuevos narradores andaluces por renovar los planteamientos formales. A este respecto, José María Bernáldez mostró su discrepancia indicando que, «salvo el caso de Isaac Rosa, los novelistas andaluces no arriesgáis».
José María Pérez Zúñiga, por su parte, reiteró que «no existe una conciencia de grupo; estamos demasiado preocupados aprendiendo de los mayores», si bien destacó el hecho de vivir en ciudades andaluzas, y no haber abandonado la Comunidad Autónoma para continuar escribiendo, así como el interés institucional y el de ciertas editoriales con proyección nacional en apoyar a estos jóvenes autores. Del mismo modo, se refirió al «buen momento» que vive esta narrativa y al «muy alto nivel de exigencia» de estos escritores, resaltando, sin embargo, que «compartimos los males del narrador actual» y, entre ellos, el «síndrome del papel impreso».
El carácter de trabajo en soledad que supone el ejercicio literario fue sacado a relucir por Pablo Aranda para poner sobre el tapete la contradicción que eso supone con un posible concepto de generación; denominación sobre la que bromeó Braulio Ortiz Poole al comentar: «Si hay una generación andaluza, a mí no me han invitado». El escritor señaló, no obstante, una inquietud en los nuevos narradores andaluces por renovar los planteamientos formales. A este respecto, José María Bernáldez mostró su discrepancia indicando que, «salvo el caso de Isaac Rosa, los novelistas andaluces no arriesgáis».
La presencia del nacionalismo en la narrativa fue otro de los temas que se abordaron. A diferencia de épocas pasadas y de otras comunidades españolas, los jóvenes narradores andaluces «estamos desprovistos, literariamente hablando, de intereses políticos; no hay ganas de pontificar. Lo que nos caracteriza como andaluces es la posibilidad de abarcarlo todo», manifestó Luis Manuel Ruiz; una afirmación que fue apostillada por José María Bernáldez al precisar: «El nacionalismo literario se resuelve viajando y leyendo». Dos actividades con las que se identifican estos jóvenes escritores, pues, según Luis Manuel Ruiz, «somos la primera generación que ha podido viajar, hay gente que habla varios idiomas... por lo que el paisaje se ha desdibujado», con todo lo que ello implica a la hora de ampliar horizontes.
El retroceso de la crítica literaria en Andalucía fue un punto sobre el que también incidió el moderador del debate. Con todo, y en opinión de algunos autores, «la mejor crítica se está haciendo hoy en Internet».
El Encuentro de Narradores termina sin conclusiones severas y con la diversidad por bandera
Publicado por P.García en ABC el 29-6-07
Ayer finalizó en Sevilla el Encuentro de Nuevos Narradores, «Atlas Literario Español», que el pasado lunes inauguró José Manuel Caballero Bonald. Durante tres intensas jornadas los participantes -medio centenar de escritores y críticos literarios- han debatido sobre diversas cuestiones de actualidad. Las jornadas han llegado a su término sin «conclusiones severas», según señaló la directora de Seix Barral, Elena Ramírez, quien destacó, no obstante, «puntos de vista comunes dentro de la diversidad». Según han puesto de manifiesto las jornadas, cada uno de los narradores «reconoce una selección personal de referencias e influencias y lleva su propia línea de antecedentes a cuestas. No hay voluntad de integración en un discurso común». En este sentido, «hay una gran atomización de posturas estéticas y una abierta oposición a la idea de grupo; descreen del concepto de generación».
Las pocas notas comunes «son coordenadas más bien sociológicas»: han crecido sin mitos, héroes ni utopías; es un grupo alejado de la responsabilidad política en su obra, y su creación tiene abierta influencia de otros lenguajes, como los audiovisuales en general.
Según indicó Ramírez, el posicionamiento de estos narradores al escribir está en las fronteras, «en la literatura híbrida que sólo reconoce los cánones tradicionales para poder renovarlos». En su opinión, muestran una voluntad de «querer escribir lo que les dé la gana defendiendo una literatura de calidad y lúdica con gran ambición literaria, en ocasiones con abierta intención experimental, que aboga por el fin de los límites, entre ellos los de los géneros, la variedad formal y la permeabilidad de influencias». Al hilo de todo ello, la directora de la citada editorial planteó que estos escritores «ponen en cuestión si la crítica actual cuenta con el andamiaje necesario para valorar las nuevas tendencias, que no sólo beben de la literatura».
La directora general del Libro de la Consejería de Cultura, Rafaela Valenzuela, clausuró el encuentro, calificándolo de «fructífero» por lo que supone como ámbito de reflexión y debate. Así, justificó el apoyo de la Junta a esta iniciativa argumentando que «desde las instituciones se debe apostar por la literatura más innovadora». Citó en este punto el proyecto de creación de unos «circuitos literarios estables» en Andalucía así como la colaboración con el ámbito editorial. Tomando como referencia el título del encuentro, apuntó a la visión de un archipiélago, conformado por las distintas propuestas literarias que han visto la luz dentro de este «Atlas» general.
3 comentarios:
Vaya manera de reventarse las neuronas con etiquetas... y qué hay de escribir?
En el blog de Vicente Luis Mora he leído esto. Añade otra pieza a esta historia de la Generación Nocilla Sí o NO.
La historia de la nocilla
JAVIER CALVO - La Vanguardia, 12/09/2007
A principios de la década de 1920, el poeta escocés Hugh MacDiarmid reaccionó con aplomo a la indiferencia con que eran recibidos sus libros de poemas. Desde las páginas de varias revistas editadas por él mismo, y usando incontables pseudónimos en la prensa, se dedicó a reseñar docenas de veces sus propios libros, lamentando una y otra vez el despiste de los lectores y explicándoles por qué su obra tenía que liderar el modernismo internacional. Su deliciosa histeria didáctica es un prototipo no sólo de lo que medio siglo más tarde se llamaría Cultura DIY (Do It Yourself),sino también de las disfunciones del escritor moderno frente al patio de butacas vacío: coprolalia, infantilismo, síndrome de Napoleón y esa cosa negra que los franceses llaman le cafard.
Asociada en sus inicios con el punk y con la ética anticonsumista, la Cultura DIY se vigoriza, como es natural, en los momentos de mayor ostracismo de la escena cultural. O sea, cuando productores, editores y agentes no encuentran posibilidad de beneficio material en la creación emergente. La Cassete Culture de los ochenta, el movimiento Guerrilla Girls o Bomb The Music Industry son algunos casos clásicos. En la escena literaria española, donde casi hay que remontarse a la antología de los Novísimos para encontrar un programa literario colectivo que no se apoye en insulsas proclamas de diversidad, resulta asombroso ver aparecer un foco de energía y de actitud allí donde parecía imposible que brotara algo. El grupo literario bautizado este año como Generación Nocilla por las periodistas Nuria Azancot y Elena Hevia puede carecer de impulso punk (y a veces dar cierta impresión de reunión de empollones), pero está claro que esa energía y esa actitud son reales.
Sus señas de identidad como grupo pueden parecer confusas a tenor de lo escrito sobre ellos, pero en realidad son bastante claras. Su asociación con editoriales minúsculas (aunque en muchos casos después de intentar publicar en editoriales más grandes, lo cual contradice su pathos anticomercial); el blog como forma de comunicación interna; la reivindicación del experimentalismo español de los setenta y del americano de las últimas décadas; y la influencia de la teoría literaria, así como la conexión con el mundo académico y su afición por celebrar congresos para discutir sus teorías. Puede que estos cuatro elementos sean revulsivos o puede que no, pero está claro que suponen una ruptura con el panorama literario existente. ¿De dónde ha salido la Generación Nocilla, entonces? La respuesta requiere un poco de historia reciente.
Cierto afán maximalista, a menudo promovido por sus propios integrantes, ha construido una nómina desproporcionada de integrantes de la Generación Nocilla. Pese a su nombre, el grupo tiene poco de generacional: al fin y al cabo, gente tan dispar como Espido Freire o Nicolás Casariego también nacieron en los 70, mientras que otros como Kiko Amat, Lolita Bosch, Isaac Rosa o yo mismo no compartimos realmente la mayoría de sus preceptos, aunque a veces la Generación Nocilla haya buscado la fuerza en los números. En su origen, el grupo se aglutina en torno a la publicación de La fiesta del asno (2005) de Juan Francisco Ferré, continúa con Proust Fiction (2005) de Robert Juan Cantavella y Subterráneos (2006) de Vicente Luis Mora, y tiene sus obras más representativas en Nocilla Dream (2006) de Agustín Fernández Mallo y Afterpop (2007) de Eloy Fernández Porta, cerebro indiscutible del grupo. La rabiosa anticomercialidad del quinteto es a la vez la causa de la escasa circulación de su obra y el resultado de la indiferencia editorial y mediática durante los años larvarios del grupo. Es en esa indiferencia donde encontramos la verdadera génesis y razón de ser de la Generación Nocilla.
Cuesta encontrar un momento más deprimente para iniciarse como escritor en España que los últimos cinco años: las ventas bajan todos los años, el thriller histórico devora el mercado y el establishment cultural cierra filas en torno a lo consolidado y en contra de cualquier cosa que huela a nuevo. Editores como Jorge Herralde proclaman a los cuatro vientos que no hay autores jóvenes interesantes. En este entorno, los proto-integrantes de la GN, liderados por Fernández Porta, desarrollan las bases de su beligerancia. Las puertas cerradas de las editoriales los llevan a la autogestión, a través de internet, de sellos como Berenice, Plurabelle y DVD y de órganos como la revista LateralydespuésQuimera.A la desatención responden con endogamia orgullosa y con aridez: el desapego por la narración y por los personajes es una de sus señas de identidad, incluso en Nocilla Dream,la obra más leída del grupo. Su entramado de blogs teje densos argumentos de teoría literaria en torno al tema favorito, y a veces obsesivo, del grupo: la diferencia con las generaciones precedentes, así como sus propios rasgos de identidad como grupo. Es cierto que los artículos de Hevia y Azancot son miradas desde fuera, pero solamente hace falta rascar un poco para ver que no se apoyan tanto en análisis propios como en las premisas propuestas por la propia gente Nocilla.
¿Y en qué se cimenta esa diferencia con los predecesores? Ahí radica paradójicamente uno de los puntos flacos del ataque Nocilla.El problema está en que, mientras que casi toda vindicación histórica del experimentalismo suele ser la reacción a una generación previa anquilosada, esto dista mucho de ser cierto en el caso de los Nocillas. Autores como Ray Loriga, Rodrigo Fresán, Francisco Casavella o Luis Magrinyá son de todo menos conservadores, y es evidente que han asimilado en su obra a Ballard, Burroughs, los posmodernos americanos y otros muchos referentes reivindicados por Fernández Porta y compañía. Resulta difícil defender que la GN esté introduciendo en la literatura española, tal como se puede leer en alguna parte, cosas como la fragmentariedad, la influencia americana, la cultura pop o la mezcla de géneros, que ya hace tiempo que estaban por aquí. Por otra parte, la idea de que la literatura considerada seria en realidad es pop y que la literatura poppy es la verdadera crítica cultural, presente en el ensayo Afterpop,el principal documento teórico del grupo, es tan compleja que requiere un libro entero para ser explicada, y tampoco ayuda mucho a entender el grado de innovación de las obras del grupo. En última instancia, el hincapié continuo en la teoría parece indicar incluso que dichas obras no consiguen transmitir por sí solas el mensaje que el grupo se ha propuesto transmitir.
He dicho antes que la Generación Nocilla es una energía y una actitud, y también un insulto al sistema. Esa es la verdadera diferencia con proyectos literarios anteriores, y es bajo ese prisma que tiene valor su peculiar mezcla de ética DoIt Yourself,desprecio al mercado, histeria teorizante, provocación, histrionismo y amor por la controversia. Como MacDiarmid inundando la prensa de reseñas de sí mismo, la Generación Nocilla reinvindica el síndrome de Napoleón (verte a ti mismo mucho más grande de lo que te ven los demás) y no duda en autopromocionarse en términos mesiánicos. Los cinco libros que he mencionado antes, mi canon nocillero personal, son el inicio de algo probablemente efímero, en la medida en que probablemente sus autores irán pasando de forma gradual al mainstream (el primero Fernández Mallo, que ya ha fichado por Alfaguara). Sin embargo, hasta que eso pase, vale la pena disfrutar del momento de forma de estos angry youngmen,ya un poco creciditos pero todavía dispuestos a dar mordiscos y patadas.
Parece que hay jóvenes, o no tan jóvenes, escritores muy "preocupados" por protagonizar el germen de una supuesta nueva "generación", que más parece una entelequia en la que sólo creen algunos de ellos. ¡Ya está bien de etiquetas más o menos surrealistas!. La individualidad y el desapego por cualquier rasgo colectivo es la seña de nuestros días y así se puso de manifiesto en el encuentro de Sevilla que reflejó ABC. Por supuesto que la rebeldía y el impulso de denuncia y de romper moldes han sido, y deben seguir siendo, consustanciales a una joven y nueva visión de la realidad. Si no es así, apaga y vámonos. Pero de ahí a la Nocilla o al Cola Cao...
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